ME han despedido. Eso me dijo. Y yo no supe qué decir. Es uno de mis mejores amigos. Trabajaba de repartidor. Su vida empezaba cuatro horas antes que la mía y la empeñó por completo en rehabilitar la casa de sus sueños. Rompió con su pareja. Ella se llevó el coche que habían comprado con cargo a una ampliación hipotecaria. Él se quedó con la casa y con las dos hipotecas. Su sueldo apenas alcanzaba para pagar las cuotas. Con la indemnización que reciba por el despido tiene para seis meses. No hay trabajo por ninguna parte. De su balcón cuelga una bandera de España.

El último Nobel de Física se ha concedido al descubridor de la expansión acelerada del universo. Al parecer, una fuerza oscura estira la materia como una goma de mascar a punto de romperse. La consecuencia inevitable será la congelación. Exactamente igual que nuestra economía. Las mismas leyes universales sirven para lo infinitamente pequeño y para lo infinitamente grande. La expansión acelerada del desempleo terminará por congelarnos a todos. En España llegaremos a los cinco millones antes de finales de año. Y de nuevo por culpa de una fuerza oscura que no se elige en las urnas ni sale por televisión, pero que ha sido amamantada por quienes se eligen en las urnas y salen por televisión.

Mi amigo es una víctima más de esta expansión acelerada de la economía. Pero cree que la solución pasa por el centralismo. Y se equivoca. Los Estados son demasiado pequeños para los grandes problemas y demasiado grandes para los pequeños. Las placas tectónicas de la economía mundial están configurando una nueva pangea al margen del mapa político de la ONU. Son ellas las que pueden intervenir contra la fuerza oscura. Por ejemplo, rebajando los tipos de interés o inyectando capital en las economías congeladas. Siempre aceptando que los recursos son limitados y que deben repartirse para que seamos iguales en derechos y oportunidades desde el respeto a las diferencias.

Pero no es eso lo que está ocurriendo. Los Estados emergentes están mercadeando sin escrúpulos con las deudas de quienes consumen sin producir. Europa es la víctima elegida porque tiene una moneda única sin política común. Recorta en lugar de incentivar. Mantiene el tipo de interés en el 1,5% (muy por encima del 0,25 de EEUU o del 0,10 de Japón). Y no paga lo prometido a Grecia que no alcanza el 2,5% del PIB europeo. Así es imposible. Cataluña y Euskadi son conscientes del colapso y han preparado un discurso perverso de blindaje acusando a los andaluces de vivir a su costa, mientras ellos no pueden pagar los sueldos a médicos y maestros. El mismo que manejan los neocentralistas rosas como si fueran la cara y la cruz de una misma moneda. Recesión económica y política al régimen franquista que obligaba a vascos y catalanes a hablar castellano mientras cobrasen el doble que los andaluces. Ahora resulta que volvemos a hablar mal en las tabernas. Pero esta vez, en lugar de sacar los dientes, nos limitamos a ver la boda de la duquesa por Canal Sur. Parados. Con la bandera de España en el balcón.