Escribí por primera vez sobre el origen andalusí del himno de España en 2006, publicando una columna en El Día de Córdoba. En 2010, incluí un capítulo en «La huella morisca. El Al Ándalus que llevamos dentro», editado por Almuzara. Más tarde, publiqué este post en 2015 y que acabo de editar para añadir algunas claves que ayuden a entender la verdad escrita en el aire.

Decía Ovidio que “el amor a la patria es más patente que la razón misma”. No lo niego cuando la patria son tus zapatos, tu casa o tu familia. Pero si hablamos de esta España invertebrada, lo evidente suele ser un odio irracional, un estúpido complejo de inferioridad o la indiferencia. España es una noción, una entelequia que unos aceptan como esposa y otros como amante. Y para muchos, las dos no caben en la misma cama. Quizá porque confunden el concepto de España con el que reza en las fachadas de las casas cuartel de la Guardia Civil. No les culpo. La ignorancia impuesta durante siglos sobre nuestras señas de identidad históricas, ha sido, es y será un mal endémico que seguirá generando en los españoles el “sentimiento de resistencia a serlo” del que hablaba Américo Castro. Sirva como ejemplo esa extraña repulsa hacia los símbolos del Estado, para explicar la enorme distancia que separa el corazón de la cabeza de un español. 

Es normal que muchos españoles no se sientan reflejados en una bandera que resultó ganadora de un concurso naval, o en un himno sin letra plagiado presuntamente de una marcha prusiana. A no ser que todo sea una mentira oficial. El himno de España es un calco a la introducción instrumental de una nawba andalusí (en adelante, nuba) que recopiló en el siglo XI el genial pensador, médico, músico y poeta Ibn Bayya, también conocido como Avempace. En sentido técnico no es la nuba misma. Cuidado. Estas piezas cantadas de la tradición culta andalusí suelen comenzar con un exordio instrumental que podríamos transcribir como «tawashyya». En este caso, un movimiento «al dary» que coincide en el modo y en los centones o células musicales que componen la melodía esencial. Por eso el himno español no tiene letra: porque nunca la tuvo. Equivocadamente se suele atribuir el origen del himno a una concreta nuba en modo «al-istihlal». Ojalá fuera así porque entonces tendría una hermosa letra de amor con versos como éste: “Contemplar tu belleza vivifica mi corazón”. Una frase musical de esta nuba coincide con otra de la Cantiga 42 de Alfonso X “El Sabio” del siglo XIII. Aunque la mayoría de las piezas alfonsinas están dedicadas a la Virgen María, en la Cantiga 42 aparecen la diosa Venus y un joven jugador de pelota enamorado.

Así pues, el himno de España no provendría de una marcha militar extranjera del siglo XVIII, patentada a nombre de un avispado español que cobró derechos de autor cada vez que se interpretaba hasta la década de los 90, gracias a una denuncia en televisión por el periodista Miguel Ángel Aguilar. Su verdadero origen se encontraría en una pieza muy popular que se incrustó como prólogo musical en las nubas cultas de amor andalusí que cantaban por igual musulmanes, judíos, cristianos y paganos con anterioridad al siglo XI. Tampoco es una obra atribuible a la invención del enorme Avempace, pero sí que a él le debemos la integración como aguas en un mismo recipiente de las tradiciones musicales del sustrato bético-bizantino con la árabe y persa. A Ibn Bayya se deben los modos madre al-istihlal y al-àmal, claves en la rítmica y armónica de la unificada música andalusí que después cruzó al otro lado del estrecho para permanecer casi en formol en el modo «al-ala».

Contaré como llegué a esta conclusión. Al poco tiempo de compartir el descubrimiento de la nuba interpretada por Eduardo Paniagua, viajé a Tánger con el Club UNESCO de Córdoba. Una orquesta andalusí de Tetuán nos recibió con idénticas notas. Pero el resto de la nuba no coincidía. Al año siguiente, la Orquesta Arabesque de Tetuán actuó magistralmente en el Ateneo Popular de Almodóvar del Río, en un acto de apoyo al flamenco y la música andalusí como candidatas  a ser declaradas por la UNESCO “Patrimonios Intangibles de la Humanidad”. Fue mágico. Y un lujo contar con Samira Khadiri y Vicente Amigo. Como colofón pedí a la bailaora Eva González que improvisara sobre la melodía de la nuba. Y lo hizo. Y todavía me tiemblan los pulsos al recordar aquella simbiosis perfecta entre las sangres de dos tierras y de dos épocas que son la misma. La Orquesta conocía sobradamente la melodía y Samira Khadiri interpretó la Nuba sin ensayar. Lo que demuestra su extraordinaria popularidad en el norte de África. Pero inmediatamente después del comienzo con las mismas notas que el Himno de España, la canción andalusí volvió a cambiar. En el estreno del espectáculo Rihla en el Gran Teatro de Córdoba, ocurrió otro tanto… ¿Por qué sólo coincidían los comienzos de las nubas?

Pedí ayuda al musicólogo andalusí Amin Chachoo y fue él quien me confirmó mi intuición de que se trataba de una pieza instrumental que precede a las estrofas cantadas. También me dijo que la primera persona en revelar el evidente parecido entre esta «tawashiyya» y el himno de España fue el musicólogo tetuaní Ahmed Daylan, uno de los profesores del maestro Cheqara, en una conferencia dictada en Salamanca en le década de los 50 bajo el título «un himno sin autor». Por supuesto, no obedece a la casualidad la similitud gemelar en los modos y melodías. Incluso no sería de extrañar que Espinosa de los Monteros, a quien se le atribuye la compilación de marchas militares donde se encuentra la melodía matriz del himno, la denominase «marcha granadera» o «de los granaderos» y que su extraordinaria popularidad se debiera a algo tan simple de aceptar como que ya lo era, que la gente ya la conocía desde tiempo inmemorial, y que quizá su nombre encriptado fuese el de la «marcha de los granadinos». El tiempo se encarga de hacer justicia poética y todavía hoy esta hermosa introducción con las notas clave del actual himno de España se interpreta por los descendientes andalusíes migrados al norte de África en señal de hospitalidad para el recién llegado. La misma con la deberíamos acoger a quienes hoy cruzan la calle de agua en sentido contrario. Resuelto el enigma: el himno de España no tiene letra porque jamás la tuvo. Procede de una estrofa instrumental andalusí, no cantada, que casi con toda seguridad Avempace recopiló porque ya era popular entonces, y que después volvió a copiar Alfonso X, que el pueblo mantuvo en su memoria y que Espinosa de los Monteros incluyó en su compilación por la misma razón que en la actualidad las bandas de cornetas y tambores interpretan pasodobles o las canciones del verano.

Así pues, el verdadero origen del Himno de España no representa al patriotismo rancio y fascista del nacional catolicismo, sino a un concepto de España laico, multicultural, humanista, pacifista y poético, con el que todos deberíamos identificarnos en pleno siglo XXI.  España es una noción. Toca elegir a cuál de las dos nociones adscribirse.

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