Como a un perro en la carretera son tratados sistemáticamente las plataformas ciudadanas, formaciones políticas y sindicatos minoritarios en este país. Y ya no hablo de los parados, excluidos, migrantes, ancianos o enfermos, que ni siquiera disponen de mecanismos de representación. Todos invisibles para las opiniones pública y publicada. Atropellados por los dioses superiores instalados en el poder. Por eso les sorprende y molesta que el perro ladre y revindique su vida y su dignidad en mitad de la carretera. Y los dioses, que conducen soberbios por las carreteras que creen sólo suyas, se quejan e invocan el orden público para sojuzgarlos aviesamente…

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