España no tiene el reloj en hora. Recién terminada la Guerra Civil, Franco decidió saldar su deuda con el nazismo hermanando nuestro horario con el alemán. Levantarnos de la cama a la vez, aunque el sol ilumine Berlín una hora antes que Madrid. Y desde 1940, en España anochece oficialmente una hora después que en Lisboa o Londres, a pesar de ubicarnos en el mismo meridiano. Por eso hemos dejado de almorzar al mediodía como hacían nuestros antepasados para hacerlo entre las dos y las tres de la tarde. Exactamente el desajuste antinatural que padecemos con el horario europeo de verano. Dos horas de más: la ignorada de Berlín más la impuesta desde Bruselas. Una locura aceptable para los suecos si no fuera porque la disfrutan en nuestras playas donde atardece a las diez de la noche. La misma locura que sufren los españoles que van al tajo en horario de madrugada, cuando en verdad están estrenando la mañana con el resto de la naturaleza.

Hace muchos años que murieron Hitler y Franco. Ya no hay excusa para mantener este anacrónico hermanamiento, derogado por la Constitución y por las leyes de memoria histórica. Si no fuera por dos matices: el horario alemán es el único que rige económicamente para toda Europa; y muchos españoles prefieren mantener la hora franquista cuando hablan de España. Sin duda, nuestro mal endémico es aquella nación-noción de España fundada en el exterminio de la diferencia que fosilizó Franco con la complicidad inestimable de la jerarquía católica: una sola lengua, una sola religión y una sola ley. La España rancia que niega la condición de españoles a quienes hablan en catalàeuskera o galego. La España casposa que niega la condición de españoles a quienes no rezan de rodillas. La España nostálgica que niega la condición de españoles a quienes se administran en veguerías. La España excluyente: Expaña.

Es demagógico cuestionar que en la Cámara territorial del Estado sus señorías puedan hablar en una lengua distinta al castellano siendo tan legítima y oficial como aquélla. Porque es justo allí donde debe recordarse a diario que España ha sido, es y será plural o no será España. Al menos, no la mía. ¿Un terrorista tiene derecho a responder en cualquiera de las lenguas constitucionales del Estado y un diputado elegido democráticamente no? Si es porque cuesta dinero, como tergiversan algunos, les recuerdo que los intérpretes también tienen derecho a ganarse el pan. Esta misma demagogia late en el discurso centralizador de algunos partidos políticos. No niego las imperfecciones del Estado autonómico. Pero rechazar el reconocimiento legítimo e histórico a los distintos pueblos del Estado equivale a regresar a la triple mentira de la España una, grande y libre. Porque fue precisamente Franco quien restauró los privilegios forales a vascos, catalanes, navarros, baleares y aragoneses, mientras se pudrían en las cunetas o en las cárceles quienes defendían la noción federal del Estado español. Desde Infante a Serrat. Alemania es federal y nadie la cuestiona. Nosotros tenemos la misma hora en la muñeca pero otra bien distinta en la cabeza. Ya es hora de atrasar los relojes.

Escribí este artículo en 2010. Y nada ha cambiado.