¿Te gustaría que un andaluz te representase en Madrid?

ESTA semana se ha conmemorado el trigésimo aniversario de la aprobación del primer estatuto de autonomía. Si para Gardel veinte años son nada, treinta equivalen a nada y media. Eso explica que ningún político y medio acudiera al Parlamento para celebrar el entierro de lo que pudo ser y no ha sido. ¿Qué celebramos? ¿Un millón de parados? ¿Medio millón de familias sin ingresos? ¿Nuestra evidente ausencia de autonomía? ¿Nuestra dependencia política y económica?

Tenía razón el político y periodista inglés William Cobbet: pobreza e independencia son términos incompatibles. La última encuesta del INE revela que Andalucía se encuentra en la misma posición relativa de hace 30 años respecto a la media estatal. Casualmente, los mejores índices se encuentran en los territorios con mayor autonomía política y financiera. Por ejemplo, cada andaluz ingresa 8.000 euros anuales: 1.700 menos que la media española, 2.000 menos que un catalán, 3.300 que un madrileño, 4.200 que un vasco y 5.000 menos que un navarro. En un hogar andaluz donde trabajen regularmente dos personas, la media mensual apenas alcanzaría los 1.500 euros. Y es ahí donde se cruzan los datos con la mayor tasa de paro en España y Europa: más del 30% de las familias andaluzas viven por debajo del umbral de la pobreza y el 55% padecen serias dificultades económicas. Sólo el 15% podrían asumir gastos imprevistos.

Al pánico de estas cifras hay que añadir la pérdida progresiva de fondos estructurales europeos. En menos de 5 años Andalucía volverá al nivel de pobreza que tenía al entrar en la CEE. Un proceso que se verá acelerado con los recortes en las ayudas de la PAC. Y es absolutamente falso que la autonomía sea la culpable de esta caída en picado, sino la apariencia de lo contrario. El crecimiento de Andalucía no echó raíces sino alas. No encontró su causa en una cierta autarquía económica y política sino en una excesiva dependencia de Madrid y Bruselas. Estiramos la goma hasta que nos estalló en la cara. Pero la punta la mantienen cogida lejos de Andalucía. En Madrid. Donde nace y muere el Guadalquivir.

El tsunami del Partido Popular traerá de la mano un absurdo proceso de estatalización, provocado por la incompetencia socialista, y aplaudido por la nueva ultraderecha de color rosa. Es incuestionable que esta segunda transición se ha realizado con los pies y ha dejado sin resolver dos problemas claves en la organización territorial: el solapamiento y la financiación de las administraciones. España es un Estado federal asimétrico hasta para las agencias de (des)calificación. De manera que sobran las diputaciones. Y habrá que resolver de una vez el problema financiero para que ayuntamientos y autonomías no sean sucursales de gasto y endeudamiento. Pero de ahí a la estatalización media un abismo. A nadie se le pasa por la cabeza que sea el Gobierno quien asuma las competencias de un ayuntamiento por su mala gestión en el servicio de basuras. De un río, sí. Eso dicen Chaves y Aguilar. Quizá porque nace y muere donde pobreza y dependencia duermen en la misma cama. Donde sólo queda nada y media.