¿Qué hacen estos parlamentos que no se disuelven?
¿Qué tantas representaciones caducas que no se van?
Nada tienen que discutir: nada tienen ya que representar.

Un político, en el supuesto más favorable, es un hombre práctico (¿?) y oportunista; formula en leyes para el pueblo sus propias aspiraciones individuales; de partido o secta. Se cuida de que el pueblo viva o no en esas leyes. El mundo es un local demasiado estrecho para que sirviera de archivo o almacén a tantas leyes dictadas por los políticos y no vividas por el pueblo. En el supuesto, menos favorable, un político es (como sucede generalmente en España), un animal inconsciente y ladrón que roba y pisotea al pueblo desgarrándole con sus uñas rapaces, sin otros métodos pedagógicos y educadores que el Código Penal y el arma de la Guardia Civil.

Por eso dicen que YO NO SIRVO PARA POLÍTICO; no obstante que POLÍTICO VERDADERO es aquel quien SIN ÁNIMO PROFESIONAL interviene en la COSA PÚBLICA, procurando con su esfuerzo desinteresado una lucha por su conservación o mejoramiento. Y, por tales razones, cuando los políticos me dicen que yo no soy político, me complazco en contestarles “que hasta que los políticos no lleguen a ser políticos de este estilo, no existirá la verdadera política en España”.  Yo creo que es posible abrir camino a una transformación del concepto de la política, o hacer prácticamente eficaz una política decente. Acaso sea ésta la Revolución previa que España necesita desarrollar, como medio de remover obstáculos oponentes al fin de aspirar y de lograr la revolución verdadera

Para esto es preciso, ante todo, orientar la Revolución: Construir antes de derribar.

Todos los actos gubernamentales del Poder cívico, deberán realizarse con el obligado concurso de los ciudadanos todos. A este objeto, los poderes representativos gobernantes de las ciudades, habrán de celebrar sus deliberaciones y acordar sus actos de administración y de gobierno en lugares como las plazas públicas, requiriendo al espectáculo previamente de los vecinos, y concediéndoles turnos de discusión o de información.

Para las medidas más esenciales de gobierno y de administración, los Poderes cívicos acudirán al referéndum, entre los ciudadanos.

El derecho de iniciativa de cada uno de éstos, deberá ser consagrado de un modo efectivo, incluyendo su objeto, en las deliberaciones públicas a que nos hemos referido anteriormente, o en los referéndums, si en éstas se acordase.

Gobierno de representantes, ejercido en comisión especial, removibles por los electores, aun antes de concluir el mandato.

Con estas simples medidas, integrantes hoy de los sistemas políticos denominados de “democracias puras”, la Dictadura Pedagógica, rica en inspiraciones y parca en burocracia, habrá de venir a constituir el gobierno de la ciudad; excitando mediante su virtud pedagógica, permanentemente, la afirmación y desarrollo de una conciencia de soberanía social entre los ciudadanos.

En unas sociedades como las presentes, en que hasta lo social está individualizado, sin que esta individualización de valores sociales repugne a la sensibilidad de los individuos, es preciso empezar por verificar en la práctica del Derecho Constitucional: la socialización de aquellos valores, medida que equivaldrá a descubrir en la práctica, también, a los ciudadanos, tanto como la existencia de la sociedad y la de sus recursos naturales para invertirlos en el ejercicio de sus fueros creadores.

Comunizado el valor de la tierra, como creación social, el Poder representativo de la ciudad, habrá de iniciar y desarrollar forzosamente las empresas de explotación agrícola que a exigir viniesen las condiciones naturales del agro en la ciudad.  Habrá también de emprender forzosamente las empresas de manufacturación industrial de los productos naturales del país, a que se extienda su acción.

Así mismo, será forzosa, la explotación por el poder representativo de la ciudad de uno o varios establecimientos de intermediación comercial, en la población sometida a su gobierno, banca y seguro.

He aquí, como, por virtud de estas tres sencillas medidas constitucionales, puede iniciarse, sin quitar nada a nadie, y sin restar estímulos individuales explotadores de los campos nuevos, el camino de la socialización de todas las cosas que, en la actualidad, vienen principalmente a reconstituir los valores económicos individuales. Imposible sería al individuo competir con la Sociedad en los recursos para la explotación y de las posibilidades para la enajenación de los productos en esas empresas, hoy, por los individuos, acaparadas.

Poco a poco los individuos irían acostumbrándose a la normalidad constituida por la explotación y aprovechamiento de esas empresas, en común contribuirán con sus iniciativas ante los poderes ciudadanos, al mejoramiento de las mismas, y, sobre todo, desde los comienzos del régimen: se concluiría con la especulación o el robo, padre del moderno capitalismo Ningún trust resistiría a este trust gubernamental: ningún individuo o entidad podría hacer subir las cosas artificialmente de valor, por la sustracción de las mismas al mercado, dado que ellas, vendrían a ser ofrecidas normalmente por el Poder, cuyos almacenes siempre estarían abiertos para satisfacer las necesidades populares. Y he aquí, también, como en esas empresas, los ciudadanos, los obreros, encontrarían también una escuela de técnica de capacitación, para llegar a asumir el Poder económico social.

Escribí este post hace dos años para dos publicaciones distintas. Otro año más se rendirá homenaje al autor de este texto. Y hablarán de él sin saber quien era.