ALICIA en el País de las Maravillas me desconcierta. Como un enfermo mental severo durante un trance efímero de lucidez. No parece un libro para adultos. Pero tampoco un simple cuento infantil por la extraordinaria cadena de metáforas sobre la vida que acompaña cada una de sus escenas. Los niños simplemente imaginan. Los adultos, desconfían de la imaginación. Sirva de ejemplo, la merienda de locos. Alicia se acerca a una enorme mesa. En un extremo, la Liebre y el Sombrerero toman el té, apoyados sobre el Lirón dormido a modo de cojín. Al ver llegar a Alicia, los tres se apretujan al grito de no hay sitio. Ella no hace caso y se sienta en el sillón más ancho. Insolentemente, la invitan a un vino que no existe. Alicia no se arredra y contesta que tal ofrecimiento es una descortesía. También lo es de tu parte sentarte sin ser invitada, le reprocha la Liebre. Y entonces la niña, con razón y justicia, le dice que no sabía que la mesa fuera de su propiedad porque está servida para más de tres personas.

Nuestra democracia cada día se parece más a esta merienda de locos. Una mesa servida para muchos, en la que sólo dejan sentarse a unos pocos. Cada vez menos, después de la reforma electoral perpetrada con nocturnidad por el PPSOE y consentida cómplicemente por las formaciones minoritarias. ¿Quién sabe que en estas elecciones se necesitan avales para poder ser elegible? No lo han dicho los políticos profesionales. Ni los periodistas. No existe una campaña institucional informativa. Sólo silencio. Espeso y negro. Antidemocrático.

La fachada de nuestra Constitución consagra como valores fundamentales de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho a la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político. El artículo noveno obliga a los poderes públicos a garantizar la efectividad de estos valores, removiendo todos los obstáculos que lo impidan. Uno de los derechos fundamentales vinculado a la esencia misma de la democracia es el que permite a cualquier ciudadano ser elegible. Las plazas se han llenado de gente reclamando democracia real. Y los políticos que cobran de nuestros presupuestos, todos los que sientan en el hemiciclo, por acción y omisión, nos responden exigiendo que recojamos firmas para poder acceder a un derecho fundamental. Se han pasado la Constitución entre las piernas. En lugar de remover obstáculos, los colocan. Han convertido el pluralismo político en un juguete. Los ciudadanos tendrán que avalar con su nombre y con su firma a un solo partido sin representación parlamentaria para que pueda concurrir a las elecciones. Por citar un ejemplo, UPyD no tendrá que buscar avales en Andalucía a pesar de que apenas obtuvo 70.000 votos en las últimas elecciones y 23 concejales. El Partido Andalucista, que consiguió 232.000 votos y 477 concejales, sí.

Denuncio a estos locos que se han apropiado de nuestra democracia. Como Alicia, me sentaré en la mesa. Y desde allí os invitaré para que avaléis a cualquier partido político. Porque la mesa es nuestra. Y no de esta panda de locos que toman té y se duermen en los cojines.